domingo, 15 de noviembre de 2009

¡Silencio, silencio! ¡Aquí yace la Esperanza!

-Acércate, querida, ¿me oyes? Ya ni sé lo que digo. ¿Cuánto queda para que vengan los niños del colegio? Mis hijitos, ay. Oye, hoy que vengan directamente, que quiero verlos, que no se queden con los hijos del vecino, los del Guardia. Pero, ¿por qué lloras, chica?

Esperanza está mala. No se acuerda de las cosas, a veces, y otras, cree en cosas que ya no son, pero que sí eran. Pero eran hace muchos años. A su lado, junto al sillón, frente al televisor, Sonsoles. Ahora no la recuerda, cree que es de la familia, pero le da pudor reconocer que no está segura y no dice nada al respecto.

-¿Mis hijos van a venir o qué? Ay, chica, que la niña viene más, pero el otro… ¿Cómo era?

-José Ignacio.

-Ay, sí. José Ignacio, mi Chacho. ¿Dónde está? Estará trabajando, claro. Los policías trabajan mucho. Ay, mi Chacho, ¡qué orgullosa estoy!

Iñaki, no José Ignacio, no está trabajando. Hace mucho que salió de la Ertzaintza para fugarse a Francia. A Bayona o algo así. Sonsoles sí que se acuerda, claro.

-Sí, Esperanza, sí. Tu hijo, un bendito.

-Pero, ¿por qué lloras, chica? ¿Tú también lo quieres mucho? ¿Es eso, eh, chica?

-Soy Sonsoles, Esperanza.

-Ya lo sé, boba, ya. Que no estoy mal de la cabeza, chica.

Lo ha dicho sin mucha convicción, por la cara de Sonsoles, más que por otra cosa.

-¿En qué piensas, chica?

-En nada.

Es mentira, claro. Sonsoles piensa en Esperanza, la pobre, que siempre renegó de lo que su hijo hizo después de abandonar la Policía pero se resistió a renegar de su hijo. Piensa en todas las horas que debió pasar sentada en un coche para visitar a su Chacho, al que siempre encarcelaban muy lejos de casa, cuando aún recordaba las cosas, antes de que llegara esta enfermedad que a Sonsoles se le antoja un regalo del cielo, por muy duro que suene. Por muy duro que suene y por mucho que rece por ella y por que se cure, no puede evitar pensar, a veces, que esta enfermedad es un regalo que el cielo ha enviado a Esperanza, para que no termine su vida sabiendo en qué se ha convertido su hijo, el mismo que tantas alegrías le dio cuando era joven. Que hasta le dieron una condecoración, en Madrid, hace ahora unos cien años.

-En algo estarás pensando, boba.

En lo que seguro no está pensando es en Iñaki. Seguro que no. Y tampoco en su marido. Ni en su cadáver tampoco, acribillado, tirado frente a la puerta de la casa hace ahora unos cien años.

-Mira que eres boba. Pero, ¿por qué lloras, chica?

-Por que sí. Por nada.

-No seré yo la que está tan mal de la cabeza, entonces.

Esperanza Chaos muere el 27 de enero de 2007, a los 83 años de edad, tras año y medio de dependencia producida por el Alzheimer y soportada por Sonsoles, viuda de Herrera, un militar finado por ETA en 1977. Por causa de sus hijos, Esperanza comparte un doble nexo con Sonsoles. El primero representado en el anillo que une a Altamira, su hija, con el hijo de ella. Son consuegras. El segundo nexo se constituye por otro familiar de cada una de ellas. Una víctima y un verdugo. El esposo de la otra y el hijo de la una, respectivamente: José María Herrera y José Ignacio De Juana Chaos.

viernes, 29 de mayo de 2009

La Iglesia se quema desde dentro

No ha sido una semana afortunada en lo que a comentarios de eminencias eclesiásticas se refiere. "Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal". A esta perla firmada por Ricardo Benjumea, redactor jefe de Alfa y Omega (publicación del Arzobispado de Madrid, suplemento de la edición madrileña del ABC de los jueves) se une la del español que más arriba se sitúa en la jerarquía de la Iglesia: el cardenal (miembro de la Curia Romana) Antonio Cañizares que afirma que "no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios" (en referencia a los abusos a menores perpetrados por representantes de la Iglesia en Irlanda entre los 50 y los 80) con "los millones de vidas destruidas por el aborto". No se resigna a quedar insatisfecho tras esta 'bomba' y añade que el aborto "ha destruido legalmente más de 40 millones de vidas humanas, cuando la legislación debería dar apoyo a los derechos y la justicia".

El primero demostró su dominio para el símil en su revista y el segundo impartió su magistral lección de dialéctica en una entrevista que TV3 le hizo el día 27 de mayo, aprovechando que el equipo estaba en Roma para cubrir la final de la Champions League y que el también Arzobispo de Toledo entiende el catalán, al haber nacido en Valencia.

"El primer derecho es el derecho a la vida". Es el argumento que usa su Eminencia para condenar el aborto. Pero parece que ahí queda todo, que la vida es suficiente regalo como para preocuparse por otras minucias como que 25000 niños (obviamente no abortados) sean víctimas de abusos, según una estimación realizada por la República de Irlanda, y solo en este país de 4 millones de habitantes (lo que quiere decir que uno de cada 160 irlandeses han sufrido esta religiosa barbaridad). Muchos de ellos, seguramente, se hayan planteado autoinfligirse el aborto con efecto retroactivo y/o deseado que se aplicara a sus agresores.

Vivir es un derecho y no puede ser transformado en una condena. La vida es una condena cuando alguien es obligado a mantenerla contra su voluntad (su voluntad, su vida, debería ser). Asimismo, la vida es una condena si la situación en la que se nace no es buena (este hipervínculo es un buen ejemplo). Si alguien sabe a ciencia cierta (o lo cree muy probable) que no va a poder criar adecuadamente a su progenie (y con esto no se hace una referencia únicamente al nivel económico, ya que la pobreza no tiene por qué ser un impedimento para una educación aceptable), no solo debería tener el derecho a abortar, sino también la obligación moral (si es que eso existe) de hacerlo.