martes, 7 de diciembre de 2010

La obesidad del cerdito-hucha

Parece que al final los políticos han conseguido enseñar algo a la población pero, ¿cómo no? Va en perjuicio de ésta.

El conocimiento al que me refiero es la macroeconomía. Aún temiendo parecer paranoico conspiranoide voy a usar un vocabulario simplón, porque no quiero hacer un post demasiado largo. Que son las dos de la mañana y aún pretendo escribir algo más literario antes de acostarme. Aquí va:
Macroeconomía, decía. Los que están en el poder (no solo Gobierno, también oposición, grandes empresarios, grupos económicos... el Gran Capital, vaya) han enseñado cómo hablar de macroeconomía a las ingentes y masivas clases medias y, lo que es peor, a las mayoritariamente exodadas clases bajas. Es increíble cómo han logrado que el ciudadano medio se preocupe tanto por salir de la crisis que se le haya olvidado ver dónde lleva ese túnel. Es gracioso que sabiendo que los banqueros nos han metido en un camino bajo tierra estemos tan impacientes por levantar cabeza que no nos pique la curiosidad de hacia dónde dirige la salida. Quizá a las antípodas.
Pero estoy divagando. Esto no es lo más grave, por supuesto. Lo más grave es que nos han convencido tan condenadamente bien de que lo importante es salir de la crisis, que no nos ha importado que nos metieran la cabeza aún más abajo. ¿Qué es eso de deuda nacional, qué significa en época de crisis? Va a resultar que es más importante el saco que el estómago. Que es más importante la obesidad del cerdito-hucha que la nuestra.
Puede que lo más decepcionante sea ver cómo el €uro se vuelve contra nosotros más allá de subir el precio de las chucherías de 3 a 5 céntimos. Pero puede que aún más decepcionante sea ver que al Partido Socialista ni siquiera le quede ya rasgos de socialdemócrata, que se olviden tan pronto de Keynes y de que, una vez más, los números importen más que las personas, o que las personas no sean más que números. Qué pena tener que confiar en la mano invisible que mece la cuna de los banqueros, que duermen plácidos sobre sus cojines mulliditos de dinero que no ERA suyo.

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